jueves, 26 de marzo de 2015


Trastorno Bipolar, las dos caras de la moneda


A diario  nos enfrentamos a las múltiples circunstancias que la vida conlleva, y es bien entendido por todos que con esto se despierta en nosotros una serie de emociones, desde la alegría más fuerte hasta la tristeza más profunda. Las emociones son parte esencial de la vida diaria.
Normalmente en el proceso de reacción ante un estímulo y generación de la emoción determinada, están implicados múltiples neurotransmisores como la dopamina, responsable de las emociones asociadas a la sensación de gratificación  como alegría, satisfacción y tranquilidad o la serotonina que tiene un papel regulador sobre emociones como la ansiedad, el miedo, la angustia y la agresividad  y que cuando se encuentra en niveles altos es la responsable de la sensación de bienestar y satisfacción. La emoción es el resultado de un proceso evolutivo que data de millones de años atrás, el cual es producido por el sistema límbico y la liberación de neurotransmisores  que tienen como función facilitar nuestra adaptación al medio y facilitar la comunicación interpersonal.
Ahora, ¿qué sucede en el trastorno bipolar y por qué ocurre? Anteriormente denominado trastorno maniaco – depresivo, esta patología supone una alteración en los mecanismos bioquímicos y eléctricos que regulan la actividad cerebral la cual conlleva a un desbalance fluctuante en las emociones que presenta el paciente. El cuadro clínico se caracteriza por incluir episodios de manía en los cuales los pacientes se sienten capaces de realizar cualquier cosa, son invencibles en ese instante, se embarcan en múltiples proyectos, gastan dinero en exceso y se molestan fácilmente cuando se les lleva la contraria, presentan aumento de la autoestima, lenguaje verborreico, fuga de ideas, disminución en la necesidad de dormir y agitación psicomotora. Estos episodios van a ocurrir de forma alterna a periodos de abulia, anhedonia, falta de concentración, intensa apatía y alteraciones en el sueño y  apetito que son característicos de la fase depresiva. En algunas ocasiones se puede presentar una mezcla de síntomas en un mismo episodio, lo que se ha denominado fase mixta. Si bien la causa exacta de la enfermedad no se conoce, se sabe que en la génesis de la patología influyen dos factores importantes, la genética y el entorno. Se ha demostrado que la predisposición hereditaria aumenta notablemente la posibilidad de padecer la enfermedad, pero en muchos casos se pueden presentar mutaciones espontaneas que explicarían la aparición del trastorno en personas sin antecedentes familiares. Los factores ambientales actúan principalmente como precipitantes.
Pese a incluir una fase depresiva y una maniaca, el trastorno bipolar (TB) se puede clasificar en 4 grupos: el trastorno bipolar tipo I, tipo II, trastorno ciclotímico y no especificado.  Se habla de trastorno bipolar tipo I cuando el paciente presenta uno o más episodios maniacos o mixtos con o sin episodios depresivos relacionados. En cuanto al TB tipo II, este es diagnosticado cuando el paciente presenta múltiples episodios de depresión mayor con al menos un episodio hipomaniaco (periodo delimitado durante el cual hay un estado de ánimo anormal y persistentemente elevado, expansivo o irritable, con síntomas maniacos como aumento de las actividades intencionadas y sensación de invencibilidad, que dura al menos 4 días).
El trastorno ciclotímico consiste en múltiples episodios de hipomanía que se intercalan con episodios depresivos que no cumplen con los criterios de episodios de depresión mayor. El diagnóstico de trastorno no especificado se utiliza para todos los trastornos que evidentemente cumplen las características de TB pero no cumplen los criterios de los subgrupos anteriormente mencionados. El trastorno bipolar es uno de los trastornos mentales más comunes, severos y persistentes, estudios revelan una prevalencia mayor al 1% con un inicio de presentación en la adolescencia o adultez temprana. Según el DSM- IV la prevalencia del trastorno bipolar tipo I se encuentra entre 0.4 y 1,6 % de la población general, distribuyéndose igual en personas de ambos sexos y diferentes grupos étnicos. En contraposición, el trastorno bipolar tipo II tiene una prevalencia según el DSM- IV de 0,5% de la población, pero este es más frecuente en mujeres.
Actualmente y gracias a los fármacos existentes, mantener controlada la enfermedad se ha vuelto el común denominador de los pacientes que la padecen, encontrando en el mercado múltiples estabilizadores del ánimo como carbonato de litio, valproato y lamotigrina; y antipsicóticos como haloperidol, quetapina y risperidona. 

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