Trastorno de estrés postraumático... Repercusiones del trauma
Todos hemos
visto alguna vez película sobre atentados terroristas cometidos por un grupo
radical, donde estos planean hacer estallar el centro de alguna ciudad
importante y todo es salvado por algún personaje habilidoso, o las películas
bélicas donde el protagonista se enlista en el ejército para luchar en una
guerra lejana a su hogar, y tiene que pasar por múltiples peripecias en
campos donde llueven balas y granadas por doquier para poder regresar a casa
como un héroe, pero acaso ¿las películas deberían terminar así? Muchos piensan
que ir a la guerra es cuestión de evitar
balas y personificar a Rambo, pero la verdad es otra. Frecuentemente veteranos
de guerra al regresar a sus hogares deben continuar batallando pero esta vez de
forma psicológica contra los fantasmas de la guerra, teniendo que soportar
innumerables pesadillas y dolores al recordar lo ocurrido.
Estando
por la rotación de psiquiatría tuve la oportunidad de conocer un paciente con
este trastorno, el haberlo conocido me permitió saber dos cosas que
subestimaba. Primero, este trastorno tiene la capacidad de aislarte del mundo,
envolverte en la idea de que la vida no tiene sentido y llevarte al suicidio, y
segundo, para que una persona lo desarrolla no se necesita de predisposición o
trastornos previos y puede ocurrir posterior a cualquier clase de traumas,
desde las experiencias impactantes más severas hasta otras de las que otras
personas se recuperarían rápidamente.
El
trastorno de estrés postraumático es un trastorno psicológico clasificado
dentro del grupo de trastornos de ansiedad que se caracteriza por la aparición
de diversos síntomas tras la exposición a un acontecimiento estresante,
extremadamente traumático que puede implicar un daño físico o sensación de
amenaza vital inminente. El diagnóstico se hace evidente cuando la persona empieza
a presentar recurrentes
recuerdos perturbadores, deseos intensos pero fallidos de olvidar los de
recuerdos del suceso, flashbacks o recuerdos retrospectivos en la mente de la
persona que ocurren en cualquier momento del día y que le dan la sensación al
paciente de estar reviviendo detalladamente todo el evento traumante. A continuación un ejemplo que
ilustra cómo este trastorno puede acabar con la vida normal de una persona.
Son algo más de las
cinco de la tarde. Una abuela recoge
a su nieta a la puerta del colegio. Mientras la mujer habla con su vecina, la niña se suelta
de la mano, cruza la calle sin mirar y es atropellada por un conductor que pasaba. Un peatón que aguarda en la otra acera contempla
la escena con total impotencia. Desgraciadamente, la niña muere pocos días
después.
Ninguno de estos tres implicados ha
sufrido daños físicos. Sin embargo, sus vidas van a cambiar, cada una de una
forma y en un grado diferente, ya que cada uno de ellos ha experimentado una vivencia distinta dentro del mismo suceso. Estos tres
implicados tienen una elevada probabilidad de sufrir un trastorno por estrés
postraumático.
Un día más encerrado en esta vida…
Como cada mañana desde aquel fatídico día, el Conductor se ha
levantado sin apenas haber dormido. El estrés preside su vida desde entonces y
hace meses que no logra conciliar el sueño. Se repiten las pesadillas una y
otra vez. Aquella niña ríe mientras salta a la vía sin que él pueda hacer nada
por evitar lo que nunca debería haber ocurrido. El Conductor enciende la tele
y, cuando en las noticias hablan de los muertos del fin de semana en la
carretera, de un manotazo cambia de canal. Aparece entonces en pantalla un
anuncio de las condiciones del tráfico en la ciudad y soltando un grito el
Conductor apaga el televisor.
Baja a dar una vuelta por la calle y de repente escucha el
frenazo de un coche. Se sobresalta y el pulso se le acelera, empieza a sudar
frío pero logra calmarse. Pasan unos niños jugando y cuando uno de ellos grita
es como si el conductor reviviera toda aquella escena, toda aquella sangre,
toda aquella desesperación. Decide mejor volver a su casa y recluirse en ella.
En el trabajo se están preguntando qué es lo que le pasa y están considerando
despedirlo por sus frecuentes ausencias pero el conductor no se ve con ánimo de
responder a los avisos que le dejan día tras día en el contestador. su
esposa vuelve a preguntarle por qué no va al médico, mientras él, en silencio,
se sirve una copa, una más, que le ayude a olvidar por un momento lo que
sucedió aquel fatídico día. Ella tampoco
puede más con esta situación. Ya no tiene fuerzas para continuar con él. Desde
aquel fatídico día que todo lo cambió, se encuentran encerrados en esta vida.
No
hay vida desde que ella se fue…
La
abuela ya no sale de casa. Desde aquella tarde en que todo cambió la abuela ya
no es lo que era. Ve una y otra vez a la niña, su niña, saltar y correr por la
casa y por el parque. Cuando sale a la calle. La Abuela vuelve a ver a la niña
que se le escapa de la mano una vez más, y esa es la última. Todo se rompió
aquella tarde a las cinco y diecisiete minutos.
Ya
no tiene ganas de vivir, la abuela. lo ha hablado con su hija, que está
deshecha de dolor. Se lo ha contado aunque no tiene ganas de hablar. No tiene
ganas de nada. se encuentra mal y los médicos no le dicen lo que tiene. Pero
ella lo sabe. Dentro carga un enorme vacío desde aquella tarde que jamás podrá
llenar. Desde las cinco y diecisiete minutos de esa tarde, la abuela se quiere
morir.
En
la medida de lo posible, su hija y su yerno la intentan consolar. No fue culpa
suya, le cuentan. Pero no es la culpa lo que tiene la tiene completamente
hundida. No se siente culpable. Siente que no vale nada sin su nieta amada. Y
sin su niña la vida no es nada.
El hombre que lo vio
todo ya no habla de nada…
lo
vio todo, pero no quiere contar nada a nadie. La gente se pone muy pesada
cuando se enteran de que ha sido testigo de un hecho tan brutal como ese.
¡Morbosos! Los vecinos que antes le ignoraban ahora le saludan, convencidos de
que el testigo les contará los detalles de una imagen que es imposible de
borrar de la memoria.
No
tiene ganas de comer ni de salir a pasear con su mujer. Ella le ha dicho que
vaya a ver al médico, y seguramente lo hará porque no hay forma de que olvide
lo que aquella tarde vio desde la acera. Aquella niña riendo, aquel coche que
iba por la calle, y luego…
Tantos
años yendo aquí y allá en el camión y ahora el Testigo es incapaz de conducir.
No sabe cómo se ganará pan de ahora en adelante, pero la simple idea de ponerse
al volante le produce pánico. Incluso ha tenido problemas con su esposa, porque
cuando salen en el carro el Testigo se pone muy nervioso. “¡Cuidado!”, le grita
al ver a un niño que corretea por la acera. La mujer se enoja y le responde de
forma agresiva: “¿Acaso no confías en mí?”
No
es que no confíe en ella. Es que la vida es una mierda. Es que cuando parece
que tienes algo en realidad no tienes nada. Es que el Mundo no es justo. Es que
aquella niña tenía toda la vida por delante…Es que aquella tarde él no tenía
que haber estado en aquella acera. Es que él no hizo nada por evitar lo que
ocurrió.
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