domingo, 19 de abril de 2015

Trastorno de estrés postraumático... Repercusiones del trauma


Todos hemos visto alguna vez película sobre atentados terroristas cometidos por un grupo radical, donde estos planean hacer estallar el centro de alguna ciudad importante y todo es salvado por algún personaje habilidoso, o las películas bélicas donde el protagonista se enlista en el ejército para luchar en una guerra lejana a su hogar,  y tiene que pasar por múltiples peripecias en campos donde llueven balas y granadas por doquier para poder regresar a casa como un héroe, pero acaso ¿las películas deberían terminar así? Muchos piensan que ir a la guerra es cuestión de  evitar balas y personificar a Rambo, pero la verdad es otra. Frecuentemente veteranos de guerra al regresar a sus hogares deben continuar batallando pero esta vez de forma psicológica contra los fantasmas de la guerra, teniendo que soportar innumerables pesadillas y dolores al recordar lo ocurrido.

Estando por la rotación de psiquiatría tuve la oportunidad de conocer un paciente con este trastorno, el haberlo conocido me permitió saber dos cosas que subestimaba. Primero, este trastorno tiene la capacidad de aislarte del mundo, envolverte en la idea de que la vida no tiene sentido y llevarte al suicidio, y segundo, para que una persona lo desarrolla no se necesita de predisposición o trastornos previos y puede ocurrir posterior a cualquier clase de traumas, desde las experiencias impactantes más severas hasta otras de las que otras personas se recuperarían rápidamente.

El trastorno de estrés postraumático es un trastorno psicológico clasificado dentro del grupo de trastornos de ansiedad que se caracteriza por la aparición de diversos síntomas tras la exposición a un acontecimiento estresante, extremadamente traumático que puede implicar un daño físico o sensación de amenaza vital inminente. El diagnóstico se hace evidente cuando la persona empieza a presentar recurrentes recuerdos perturbadores, deseos intensos pero fallidos de olvidar los de recuerdos del suceso, flashbacks o recuerdos retrospectivos en la mente de la persona que ocurren en cualquier momento del día y que le dan la sensación al paciente de estar reviviendo detalladamente todo el evento traumante. A continuación un ejemplo que ilustra cómo este trastorno puede acabar con la vida normal de una persona.

Son algo más de las cinco de la tarde. Una abuela recoge a su nieta a la puerta del colegio. Mientras la mujer habla con su vecina, la niña se suelta de la mano, cruza la calle sin mirar y es atropellada por un conductor que pasaba. Un peatón que aguarda en la otra acera contempla la escena con total impotencia. Desgraciadamente, la niña muere pocos días después.
Ninguno de estos tres implicados ha sufrido daños físicos. Sin embargo, sus vidas van a cambiar, cada una de una forma y en un grado diferente, ya que cada uno de ellos ha experimentado una vivencia distinta dentro del mismo suceso. Estos tres implicados tienen una elevada probabilidad de sufrir un trastorno por estrés postraumático.

Un día más encerrado en esta vida…
Como cada mañana desde aquel fatídico día, el Conductor se ha levantado sin apenas haber dormido. El estrés preside su vida desde entonces y hace meses que no logra conciliar el sueño. Se repiten las pesadillas una y otra vez. Aquella niña ríe mientras salta a la vía sin que él pueda hacer nada por evitar lo que nunca debería haber ocurrido. El Conductor enciende la tele y, cuando en las noticias hablan de los muertos del fin de semana en la carretera, de un manotazo cambia de canal. Aparece entonces en pantalla un anuncio de las condiciones del tráfico en la ciudad y soltando un grito el Conductor apaga el televisor.

Baja a dar una vuelta por la calle y de repente escucha el frenazo de un coche. Se sobresalta y el pulso se le acelera, empieza a sudar frío pero logra calmarse. Pasan unos niños jugando y cuando uno de ellos grita es como si el conductor reviviera toda aquella escena, toda aquella sangre, toda aquella desesperación. Decide mejor volver a su casa y recluirse en ella. En el trabajo se están preguntando qué es lo que le pasa y están considerando despedirlo por sus frecuentes ausencias pero el conductor no se ve con ánimo de responder a los avisos que le dejan día tras día en el contestador. su esposa vuelve a preguntarle por qué no va al médico, mientras él, en silencio, se sirve una copa, una más, que le ayude a olvidar por un momento lo que sucedió aquel fatídico día. Ella  tampoco puede más con esta situación. Ya no tiene fuerzas para continuar con él. Desde aquel fatídico día que todo lo cambió, se encuentran encerrados en esta vida.



No hay vida desde que ella se fue…

La abuela ya no sale de casa. Desde aquella tarde en que todo cambió la abuela ya no es lo que era. Ve una y otra vez a la niña, su niña, saltar y correr por la casa y por el parque. Cuando sale a la calle. La Abuela vuelve a ver a la niña que se le escapa de la mano una vez más, y esa es la última. Todo se rompió aquella tarde a las cinco y diecisiete minutos.
Ya no tiene ganas de vivir, la abuela. lo ha hablado con su hija, que está deshecha de dolor. Se lo ha contado aunque no tiene ganas de hablar. No tiene ganas de nada. se encuentra mal y los médicos no le dicen lo que tiene. Pero ella lo sabe. Dentro carga un enorme vacío desde aquella tarde que jamás podrá llenar. Desde las cinco y diecisiete minutos de esa tarde, la abuela se quiere morir.
En la medida de lo posible, su hija y su yerno la intentan consolar. No fue culpa suya, le cuentan. Pero no es la culpa lo que tiene la tiene completamente hundida. No se siente culpable. Siente que no vale nada sin su nieta amada. Y sin su niña la vida no es nada.
El hombre que lo vio todo ya no habla de nada…
lo vio todo, pero no quiere contar nada a nadie. La gente se pone muy pesada cuando se enteran de que ha sido testigo de un hecho tan brutal como ese. ¡Morbosos! Los vecinos que antes le ignoraban ahora le saludan, convencidos de que el testigo les contará los detalles de una imagen que es imposible de borrar de la memoria.
No tiene ganas de comer ni de salir a pasear con su mujer. Ella le ha dicho que vaya a ver al médico, y seguramente lo hará porque no hay forma de que olvide lo que aquella tarde vio desde la acera. Aquella niña riendo, aquel coche que iba por la calle, y luego…
Tantos años yendo aquí y allá en el camión y ahora el Testigo es incapaz de conducir. No sabe cómo se ganará pan de ahora en adelante, pero la simple idea de ponerse al volante le produce pánico. Incluso ha tenido problemas con su esposa, porque cuando salen en el carro el Testigo se pone muy nervioso. “¡Cuidado!”, le grita al ver a un niño que corretea por la acera. La mujer se enoja y le responde de forma agresiva: “¿Acaso no confías en mí?”
No es que no confíe en ella. Es que la vida es una mierda. Es que cuando parece que tienes algo en realidad no tienes nada. Es que el Mundo no es justo. Es que aquella niña tenía toda la vida por delante…Es que aquella tarde él no tenía que haber estado en aquella acera. Es que él no hizo nada por evitar lo que ocurrió.


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